domingo, 27 de abril de 2008

EL MESTIZAJE ES NUESTRA LEY COMÚN

Tenía 15 años cuando ocurrió Hiroshima: «Ese fue el acto primero que organizó toda mi vida, fue por eso que me volví filósofo». La explosión atómica acababa de romper la antigua alianza entre el Estado y el pensamiento. Mientras que el político no tenía en su mano más que una parte de la violencia, el filósofo jugaba el papel de «contrapeso logicial». De aquí en adelante, Michel Serres puede decir al príncipe: «Usted tiene la bomba en la mano, usted no tiene necesidad de mí. Pero yo soy el que revela que usted tiene eso en la mano, y que usted se quedará indefinidamente en la repetición. Usted no tiene más que la destrucción universal. Nosotros tenernos el resto».

Sin duda él es el único de su generación que no sufrió el contagio marxista. Desde la infancia, la guerra de España lo había prevenido contra las ideologías: todas mortales. Serres, que cometió la equivocación de haber tenido razón demasiada temprano sobre este asunto, se retiró. No era asunto de mantener «una especie de estación de gasolina dentro de una multinacional intelectual, como otros aceptan ser bomberos en tal o cual empresa». Exigencia: pensar sin odio, desprenderse de las relaciones de fuerza, de las estrategias guerreras. Reconciliar en vez de dividir. Comenzando por los dos continentes del saber, ciencias exactas y ciencias humanas. El que se da como profesión pensar debe, según él, adquirir una visión de conjunto. Sintética, de todos esos dominios. Condición necesaria para sostener el proyecto filosófico por excelencia, es decir la anticipación del mundo. A La manera como Aristóteles prefigurando la Edad Media. Y Serres reivindica el puesto tranquilamente.

Nada de ciencias sin humanidades e inversamente. Pero, en un caso como en el otro, «no hay nada en el intelecto si el cuerpo no ha rodado por el mundo, si la nariz no se ha estremecido nunca sobre la ruta de las especias». Dicho de otra manera, sólo tenemos palabras y los objetos reales han abandonado el lenguaje. A la filosofía que sólo ofrece, a sus ojos, buenas palabras y representaciones, Serres responde con Las Cinco Sentidos, libro impresionista para algunos, desoxidante para otros, flirteando con lo novelesco y la autobiografía, miríada de sensaciones, de emociones que se levantan al filo de las páginas. ¿Cómo expresar la seducción del mundo? El Contrato Natural aboga por el amor a la tierra. Y el reconocimiento de sus derechos. «Habíamos imaginado poder vivir y pensar entre nosotros, mientras que las cosas obedientes dormían, todas aplastadas bajo nuestra empresa». Resultado: las catástrofes ecológicas. ¿Es este el fin de la era cartesiana, del proyecto de dominación sobre la naturaleza? Una cultura está por inventar. Cultura mestiza. Hay que ver El tercero instruido.


Sylvaine Pasquier.



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