domingo, 27 de abril de 2008

El tercero Instruido. Entrevista para L` Espress

El Express: Después de Hermes es Arlequín el que aparece en vuestra obra para hacer un elogio del mestizaje. ¿De que manera Arlequín es mestizo?

Michel Serres: Miremos su túnica: una yuxtaposición de retazos de todos los tamaños, de todos los colores, de edad y de proveniencia diversas. Cada uno de nosotros es un Arlequín a su manera. Para comenzar, todo aprendizaje consiste en un mestizaje. Enseguida, la mayor parte de la gente son mestizos, porque la mezcla genética, lingüística, cultural, es la ley común. Y la mezcla también constituye el aprendizaje. Uno nunca se educa solo. Dicho esto, señalemos una falta de lógica: identidad significa individualidad y nada más. Está claro sobre la tarjeta de identidad precisamente. Mi identidad es llamarme Michel Serres. Y soy francés por pertenencia. Pertenezco al pueblo francés. No se hace la distinción entre «idéntico a» y la pertenencia a tal o cual conjunto... gascón, normalista, deportista, sorbonardo, emiqrado, etc, en lo que me concierne. La identidad de cada individuo es una intersección de pertenencias. Un traje de Arlequín. Con el nombre que uno lleva no se puede hacer nada. Mientras que la pertenencia puede producir todo el mal del mundo, incitando a excluir. Es por esto que más vale adquirir muchas, por medio de la educación, que actúa así por la paz.

— Lo que es verdad para el individuo ¿lo es igualmente cuando se considera el conjunto de una sociedad?

— Yo le respondería así: Francia es mucho menos racista de lo que la presentan los media. Incomparablemente menos, en todo caso, que los Estados Unidos donde habito la mitad del tiempo.

— El término «mestizaje» recubre hoy contenidos muy diferentes. Su definición, en el uso corriente, ¿no le parece un poco vaga?

— Es imposible dominar la difusión de las palabras. Lo que no les impide tener un sentido. Nunca Francia ha sido más francesa en su estilo y sus contenidos que en el siglo XVII. Ahora bien si se lo mira de cerca, Corneille habla español: ved El Cid. Racine habla griego: se trata de Ifigenia. Todos los pintores y los músicos de entonces hablan italiano. Incluso Couperin se hacía llamar Couperini... A fin de cuentas, nuestra cultura más clásica salió de una extraordinaria mezcla europea en el espacio y en el tiempo.

— Estos artistas no se encontraban en un país dominado. Su situación no tenía nada de comparable con aquella de los colonizados que tenían que sufrir la «civilización» del conquistador.

— ¿Quién batió el record del mundo en 4x100 metros, en Sp1it, en Septiembre del 90? Dos Martiniqueses, un Guadalupano, un Reuniones. Cuatro atletas franceses, salidos del cruzamiento cultural. Yo noto que padecemos cruelmente, la dominación cultural y lingüística de los Estados Unidos. Vosotros periodistas, que no cesáis de hablar inglés, no me desmentiréis.

— Ser el Tercero instruido de esta época, ¿no es también interesarse en otros modos de pensamiento, por ejemplo, en el del Islam?

— En este país ya no se tiene en cuenta a los grupos de diálogo cristiano-musulmanes. Y sin embargo eso marcha mejor que en otras partes. Es en esta dirección que es preciso ir. Pero también hacia todos los dominios del saber comprendida allí la ciencia. ¿Sabía usted que las más bellas invenciones fueron casi siempre realizaciones de los no-especialistas? ¿Mestizos, en este sentido? Explorar le disciplinas científicas, por parte de un intelectual de formación literaria, es también algo deseable tanto como lo inverso.

— Se reencuentra allí esa vocación de enciclopedista que es la suya desde El sistema de Leibniz y sus modelos matemáticos.

He aquí otra manera de ser Arlequín. Aquí insisto porque este espíritu se ha perdido. ¿Por qué? Porque se ha escogido la vía de la especialización, a veces con buenas razones. Mientras tanto, la filosofía ya no asegura la función enciclopédica que sin embargo estaba en el recto hilo de su tradición. No existe filosofía sin síntesis, sin visión global de todas las regiones del saber. Aristóteles, Kant o Hegel le han dado la vuelta a los conocimientos de su tiempo. Un hombre como Bergson conocía bien las matemáticas, sabia física y biología aceptablemente y, a fines de su vida se interesaba por las ciencias humanas, sobre las cuales, exclusivamente, se precipitaron las generaciones siguientes, creyendo encontrar en ellas un zócalo nuevo sobre el cual fundamentar la filosofía. De golpe, se abandonó en media carretera a las ciencias exactas.

— ¿No sería también que su imagen se había vuelto particularmente negativa después de Hiroshima?

— Antes de la guerra, Sartre ya declaraba: «¡Ciencia piel de pelota, moral hueco de pelota!» La separación de los dominios de saber viene, seguramente, de esas crisis, pero además, del propio sistema universitario. Por la simple razón de que los filósofos se reclutan casi siempre entre los literatos. En estas condiciones, dotarse de una formación científica tiene que ver con el heroísmo. El tercero instruido es un ensayo de restablecimiento de ese modelo enciclopédico.

— Es también un libro político.

— No del todo, no todavía. A menos que se llame política lo que se coloca, desde la infancia, por medio de la educación y el aprendizaje. En este sentido, la crisis mayor de Occidente, en la actualidad, es la enseñanza. Desde hace veinticinco años, cuando más de medio millón de personas manifiestan en las grandes ciudades, es porque existe siempre un problema de escuela y de educación entre manos. Toda nuestra economía está fundamentada sobre la investigación científica. Ahora bien, los candidatos al CAPES o a la agregación son tan raros en ciencias que a menudo son menos numerosos que las plazas disponibles. Crisis grave que compromete nuestro porvenir a largo plazo. Pero ¿quién se ocupa del largo plazo?

— El Contrato Natural precedió a El tercero Instruido. Alegato a favor de la Tierra, ese libro pasa a veces por ser el manifiesto que esperaban los ecologistas.

— ¿De qué se habla cuando se habla de ecología? Ante todo de una ciencia nacida a fines del sigla XIX, muy completa y de muy alto vuelo: para ella se necesitan matemáticas, tísica, termodinámica. Después, de un movimiento político mucho más reciente. Mi libro tiene que ver menos con la ecología —palabra que nunca he pronunciada— que con la relación entre ciencia y derecho. Es un conflicto que nunca ha cesado desde su aparición en la Grecia antigua. En la actualidad los problemas que se plantean en nuestras sociedades son casi todos de origen científico: de la píldora hasta la polución, desde el átomo hasta las muchachas deseosas de ser madres sin tener relaciones sexuales. Y cada vez uno se encuentra frente a un nudo muy difícil de deshacer, entre la cuestión estrictamente científica, la racionalidad jurídica, más una especie de modelo religioso previo. Os remito al asunto Galileo. Estamos lejos de que sea el único en la historia. Y nuestro tiempo ve cómo se aumenta la tensión entre la razón técnica y la razón jurídica.

— Algunos se han sorprendido de oírlo decir que el más grande acontecimiento del siglo XX era la desaparici6n de la agricultura en tanto que actividad piloto de la humanidad.

— Que se me cite una catástrofe que no esté 1igada a esto, de cerca o de 1ejos. Las guerras, los fenómenos de post-industrialización son frecuentemente las consecuencias de desplazamientos masivos de población. Algunos países contaban, a comienzos de siglo, con 85% de efectivos agrícolas. Hoy, les queda del 4 al 12%. Y ni una palabra sobre el asunto en ninguna parte. Pero ello no impide que exista aquí una ruptura profunda con una cultura que nos ponía en contacto directo con el neolítico. En 1967, la rebe1ión de los cultivadores dejó centenas de heridos por toda Francia. ¿Quién lo recuerda? Un año más tarde fue Mayo 68. Y todo el mundo se acuerda. ¿Por qué borramos de nuestra memoria lo que corresponde al campesinado?

— ¿No cree usted que se trata más bien de ciertas ideologías, hist6ricamente fechadas, a las cuales se lo ha asociado?

— Un filósofo, si piensa libremente, tiene i hábito de pensar la cosa antes de la referencia. Es un hombre que no cita nombres propios sino nombres comunes. En caso contrario, está entrampado por la pertenencia.

— Usted el viajero, el marinero, el aventurero del Paso del Nor-Oeste… es un poco paradójico verlo en la Academia.

— Apenas llego. La ausencia de un medio profesional ha contado mucho en mi vida. Hoy estoy bastante contento de haber encontrado uno. Los académicos son gente sin exclusiva. Y les gusta reír.

— En el Quai Conti, ¿se es aún nomada?

— Plantead la pregunta a Ionesco, rumano; a Troyat, ruso; a Senghor, africano; a Lévi-Strauss, a Julien Green... Ocurre a veces que el centro esté compuesto de elementos muy periféricos como yo. Una tribu de mestizos.

Entrevista realizada por Sylvaine Pasquier para L Espress del 17 de Mayo de 1991.

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